Mi vida en pantalla chica

Las voces siguen acercandonos las vejeces de este siglo XXI apenas comenzado. Yolanda Roncaglia vive en la Ciudad de Córdoba, una ciudad que eligió para seguir desplegando el carretel de la vida que la une a sus amores. En esta trigésimo octava voz mayor nos regala un pensamiento mientras juega a los naipes con su compañero.


Mi vida en pantalla chica

De pronto mi mente se disparó lejos, me encontré buscando departamento para instalarme en Córdoba. “Y sí, este me gusta mucho”. Fue el primero que me mostraron y ahí me quedé. 

¡Mis hijos al fin cerca! El rollo seguía desenvolviéndose alrededor de su vida y la de sus familias: cambios de domicilio, graduaciones, nacimientos, embarazos, nuevos nacimientos, fiestas, reuniones, hermosas reuniones,  nuevas amistades… Incluso hace poco recibí el título de bisabuela de una hermosa princesita. “¡Uy, cuántas cosas!” 

A eso le sumo el derrumbe de mi postura: «divorciada,nunca más un hombre». Hasta que apareció él, un compañero que me hizo comprender que este trayecto de la vida es mejor si lo hacemos de a dos. Desde que comenzó el encierro, decidí venir a estar con él para acompañarnos en estos tiempos tan difíciles.  Aquí estamos, inventando cada día algo nuevo para que lo cotidiano no nos aburra. Es que llegó el 2020, y sí, entre tanto festejos y deseos se nos olvidó pedir «libertad».                                          

Mi mente siguió como un carretel desenvolviendo el hilo del barrilete. 

Mis ojos eran sopapas en el vidrio de la ventana tratando de descifrar si esto que me pasaba era realidad o solo yo era la protagonista solitaria de una terrible pesadilla interminable, mientras los demás, del otro lado del muro, viven felices y contentos,como siempre, con una vida normal.                            

De pronto la  voz ronca de mi contrincante despega de un tirón la mirada fija en la ventana: “¡Mirá,voy a cortar,hice chinchón!”.  

Yolanda Roncaglia, 67 años (Cba. Capital)

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