¿Qué ves cuando ves a una persona mayor?
¿Qué ves cuando me ves?
¿Reparás en mi pelo encanecido, en mi panza perenne, en mis arrugas pronunciadas?
¿Acaso en mi mirada?
¿Me ves?
A veces me siento invisible. Tan invisible que resulta difícil reconocerme en mi sombra. Si tan sólo pudiera contarte. Si tan sólo supieras.
Alguna vez fui niña y me senté en el regazo de mi padre. Alguna vez fui adolescente y renegué de la vida y sus inconsistencias. Alguna vez fui joven y soñé con llevarme el mundo por delante. Alguna vez fui madre y me desvelé arropando a mis cachorros enfiebrados. Alguna vez fui esposa y tuve un compañero que, a veces quise, y otras tantas no.
Hoy ya soy vieja. Y en esos “alguna vez” habita toda una vida. Si te contara. Si me con-ta-ra. Abrazaría mis arrugas con más fuerza. Agradecería mi paso lento, mi mirada nostálgica y mi pelo canoso con mayor frecuencia. Quizá hasta llegue a naturalizar estos cambios físicos que, por momentos, no me reflejan, para valorar todo lo que sostuve y emprendí por más de 65 años.
En definitiva, envejecer a la par de tus proyectos, de tus sueños y anhelos es parte de la vida. Emprender no es solo cosa de jóvenes; es inherente al recorrido de quienes pudimos contar con la satisfacción de las necesidades básicas para poder aspirar a aprender y evolucionar. Un privilegio de pocos.
María del Carmen es dueña de un instituto de inglés desde hace 37 años. Inició su proyecto muy joven. Hoy, con 73 continúa sosteniendo, a la par de una de sus hijas, lo que en su momento fue un sueño iniciado en el comedor de su casa.
Susana y Ricardo se casaron a los 20. En un departamentito alquilado inauguraron una pequeña ferretería. Actualmente ese negocio emplea a hijos y nietos. Ambos continúan a la par sosteniendo un emprendimiento que jamás imaginaron que crecería tanto.
Mario tiene un estudio en el mismo edificio que lo vió estrenar su título universitario. Con una oficina mucho más grande que la inicial, junto a sus recientes 75 años, dirige un equipo de personas que día a día sacan adelante uno de los estudios contables más prósperos de Córdoba.
Marisa se jubiló hace dos años. Además de madre fue docente toda su vida. En la actualidad, impulsa un proyecto de diseño de ropa para bebés. A la par de una nieta gestiona las redes sociales de su emprendimiento. Con ese ingreso extra ayuda a que sus nietos puedan terminar sus estudios universitarios.
Yo soy Porota. Porota Vida. Una mujer que envejece y emprende. Llevo adelante “El Club de la Porota”, un proyecto de comunicación que intenta mostrar las ambigüedades de la vejez, las paradojas, lo abierto, lo que genera duda, lo que genera miedo, lo que está por fuera de lo convencional, lo que no tiene una única respuesta o, incluso, lo que no la tiene aunque ensaye algunas. Se trata de una APUESTA REFLEXIVA PERMANENTE. Te comparto las historias de una vieja que intenta allanar el camino de quienes vienen detrás. Junto a muchas otras vejeces alimento la esperanza de contribuir a construir un mundo menos hostil y más amigable con las personas mayores. Busco hacer visible la vejez. ¡Sí! Busco que me veas. Y no por lo que no tengo, sino por lo que sí: Por todo lo que soy, que también incluye lo que fue, pero mi pasado no es lo único que me define. Existe un presente infinito.
“Abrazar las arrugas” es un mantra que resuena sin aviso en cada paso que doy. Me busqué hasta el cansancio en alguna de las tantas imágenes publicitarias, en tu mirada y en ese codazo brutal que llegó sin disculpas, pero no me encontré.
Cada noche tomo mi espejo y me aprecio sin maquillaje. Acaricio cada una de mis arrugas una y mil veces hasta descubrir alguna nueva. Me sonrío, juego con mi rostro. ¿Cómo explicarte todo lo que guardan mis surcos, todo lo que saben, conocen, disfrutan y lloran?
¿Me ves?
Hoy, quizá no.
No importa. Sé que lo harás. Y sucederá mucho antes de que empieces a registrarte envejeciente.
Porota sos vos, soy yo, somos
todas las personas envejecientes
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