Sobre tabúes, sexualidad, deseo, placer,
disfrute, amor… en la vejez

Comienza septiembre y todos nos ponemos un poquito más cariñosos. Si bien la primavera llega el 21, sus aires ya llenan los días. Despedimos agosto con el tópico de los vínculos intergeneracionales y le damos la bienvenida al más deseados de los temas: ¡el amor! Si bien todos sabemos que el amor es un concepto muuuuyyyyyy amplio, también es una excelente puerta de entrada para hablar de sexualidad en la vejez. ¡Si! vamos a arrancar con todo y para ello quien mejor que nuestra querida Anna Freixas*.


“¿Cómo va su vida sexual últimamente?” pregunta Anna en uno de los capítulos de su libro “Sin reglas. Erótica y libertad femenina en la vejez”. “Hay problemas de comunicación”, afirma.

Porota: Nos quedamos a medio camino. Atrapados en una disyuntiva: conectar con nuestro propio proceso de envejecimiento y en consecuencia, deseos y formas de ser y hacer en el mundo o, responder a los estereotipos y prejuicios que nos enajenan de nuestra condición de personas deseantes, sexuadas.

Anna Freixas: El personal médico y gerontológico se siente incómodo y falto de conocimientos acerca de la sexualidad en las personas mayores. Las médicas y médicos de atención primaria son quienes tienen más oportunidades de plantear estos temas en su trabajo cotidiano, pero no lo hacen por falta de formación y también por miedo a abrir una compuerta que no saben qué les deparará y si sabrán darle respuesta, sin olvidar su propio pudor y sus estereotipos al respecto. De manera que procuran centrarse en aspectos estrictamente médicos con algunas referencias formales a asuntos de tipo personal, pero sin entrar en ámbitos más íntimos sobre la satisfacción y el placer individual, que no consideran de su responsabilidad. Se da un proceso mutuo: las personas mayores no se sienten a gusto tratando temas sexuales con el personal médico y gerontológico y éste tampoco se siente preparado y cómodo para ello. Por lo tanto no es de extrañar que no busquen ayuda si temen que el/la profesional se escandalice ante sus intereses sexuales, influyendo también otros factores como el miedo y la incomodidad.

Porota: Recuerdo la vez que reaccioné tras oler el perfume de un hombre, para mí apuesto, que se había acercado a saludar. Cerré los ojos e inhalé profundamente. Todo mi cuerpo se estremeció. Mis hijos me miraron entre la duda y el horror. Mi amiga me tomó de la mano, la miré y cómplices nos reímos.

Anna: Tampoco lo tenemos fácil en el día a día junto a lo que podemos denominar “nuestra puritana prole”. Nuestros hijos e hijas son bastantes conservadores: no me gustan las canas, no te vistas como una joven, no te enamores de Paqui o el vecino. Cuando se trata de la afectividad no les suele hacer mucha gracias que su madre o padre tengan relaciones que incluyan sexo, les parece algo vergonzoso y, aunque en el mejor de los casos no se atrevan a desanomarlas claramente, desde luego no hacen nada para favorecerlas. Ni hablar cuando se vive con las hijas e hijos. No resulta fácil llevar a alguien a casa. Hay que tener bastante valor para tener una vida privada teniendo que enfrentarse a las actitudes negativas que los diversos miembros de la familia suelen tener hacia la sexualidad de las personas mayores, sobre todo si no tienen pareja oficial. No sólo están en el horizonte temores de tipo económico, sino que se suma el edadismo y la mojigatería muestran su esplendor cuando esta relación se produce en una residencia de personas mayores. Allí se aúnan la represión institucional de una dirección temerosa y desinformada con la de hijos e hijas rígidos e interesados para limitar la libertad sexual de esa madre o ese padre.

Porota: Y aún así me cuesta. No es fácil. Sólo puedo olvidar mis limitaciones cuando al pasar, alguna amiga invita a la Fantasía a charlar. Un festín de puntos suspensivos, alusiones, indirectas, metáforas. Vamos por veredas sin asfalto. Nada bien dicho o nombrado. Suficiente como para volver a sentirnos deseadas.

Anna: La posible disminución de la actividad sexual con la edad nada tiene que ver con los cambios hormonales. ¿Qué nos puede ayudar a construir un ámbito propio de placer legitimado? Se me ocurre una lista de ideas, probablemente incompleta, para remodelar nuestra actual erótica distraída:

  • Revisar las ideas culturales que nos limitan.
  • Reconciliarnos con nuestra imagen corporal y con la transformación de nuestro cuerpo.
  • Identificar nuestro deseo, nombrarlo, legitimarlo y ponerlo en práctica.
  • Darnos permisos para experimentar nuevas vivencias sexuales.
  • Disponer de un espacio íntimo, agradable y confortable.
  • Mejorar nuestra capacidad de negociación con la pareja y la comunicación sobre lo que nos gusta y lo que rechazamos. Atrevernos a sugerir.
  • Compartir con otras personas vivencias de nuestra sexualidad.
  • Gestionar nuestra sexualidad en primera persona.

Porota: Aires de primavera. Aires de cambio. Aires de deseo. Aires de amor.

*Anna Freixas (1946) es escritora feminista, profesora de la universidad de Barcelona jubilada. Psicogerontóloga. Se licenció y doctoró en Psicología en la Universidad de Barcelona donde desarrolló los primeros años de su actividad docente. Luego se trasladó a vivir y trabajar en la Universidad de Córdoba (España). Escribió varios libros sobre envejecimiento y mujeres mayores. Por su militancia obtuvo innumerables premios.

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